lunes, 21 de diciembre de 2009
sábado, 19 de diciembre de 2009
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Urgente: bajar el termómetro

En la misma capital danesa, Ray Weiss, de la Universidad de San Diego (EEUU) ha sostenido, por ejemplo, que sus recientes mediciones revelan que habría más GEI de los que la industria declara. Y que algunos de ellos, como el tetrafloruro de carbono (CF4), considerado algo pichiruche frente al más conocido C02, también es muy peligroso.
La Oficina Meteorológica del Reino Unido también ha dicho estos días que, si las emisiones no comienzan a caer, en serio, a partir del 2020, las posibilidades de que no pasemos los 2 grados centígrados de calentamiento global son de apenas 50%. Si se pasa ese límite, como se sabe, sobrevendrían consecuencias de corte casi apocalíptico.
Aumentarán las inundaciones, las sequías, el nivel del mar, el derretimiento glaciar y parte de la Amazonía puede convertirse en una sabana. Proliferarán los refugiados ambientales (al menos 150 millones para el 2050 ó antes) y será cada vez más difícil salir del hoyo. Las crisis humanitarias se dispararían, más de lo que ya lo están haciendo hoy.
¿Se exagera? Como en el caso del holocausto y el evolucionismo, ya hay negacionistas de diversa estirpe. Incluso, hace unas semanas, un hacker se metió en los correos de algunos científicos y reveló que se estarían manipulando cifras. El conato de Climagate, sin embargo, no borra algo evidente: grados más o menos, el planeta se calienta.
Y algo lo tiene que reemplazar, para que la crisis climática no se convierta en una película de Roland Emmerich, ese cineasta experto en asustar al mundo. La dificultad, en último análisis, no está solo en el complicadísimo laberinto de negociaciones, cifras, transferencias, fondos, etc. Sino en algo bastante más complicado e inasible.
En rigor, nos enfrentamos a la urgencia de cambiar modos culturales, estilos de vida. Todas esas decisiones tienen que ver con cosas tan simples como usar menos luz, andar más en bicicleta, cuidar un árbol (cualquier árbol). Esa es la revolución, local y global, que se juega en Copenhague. Finalmente, ¿existe esperanza para este planeta? Visite : www.sabado.org.pe
Por Ramiro Escobar
La verdad del 2012

El telegraph británico publicó en octubre las declaraciones de Apolinario Chile Pixtun, indio maya guatemalteco: “el año pasado estuve en Inglaterra y, hombre, me tenían harto con esta cuestión”. Como representante de su pueblo, chile Pixtun dijo que sus ancestros nunca identificaron un fin para el planeta, no es una idea que alguna vez les haya preocupado, más bien sus inquietudes radican en si habrá agua o no para llevar a buen puerto sus cultivos.
“Estas teorías del fin del mundo surgen más bien del pensamiento occidental, cuyos mitos y filosofías ya están agotadas”, dispara como flecha el maya.
El diario “Sign on” de San Diego, California, publicó algunas explicaciones sobre por qué el fin del mundo “vende”. Entrevistado por este medio, el psicólogo Robert Epstein, editor de la prestigiosa revista “Pshycology Today”, señala que esta es una expresión del deseo de muerte que plantea Sigmund Freud: las personas se aferran a las predicciones del Día Final porque en cierta medida quieren morir, y lo quieren hacer de forma espectacular. Además, señala, si todo a nuestro alrededor nos anuncia, y de forma atractiva, que un gran desastre ocurrirá en determinada fecha, es muy factible que buena cantidad de gente se convenza de ello. Finalmente nos preguntamos: ¿existe esperanza para este mundo? visite: www.sabado.org.pe
martes, 8 de diciembre de 2009
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